Erantzunen zain

Thursday, October 12, 2006

CIUDADANO KANE ETA BORGES II

Citizen Kane (Orson Welles, 1941)

Richard Burgin: -...Me pregunto que le han parecido las últimas películas que vio.

Borges: -Bueno, por supuesto que ahora a muy duras penas puedo verlas, creo que algunas de las que he visto son muy buenas como Khartoum (Basil Dearden, Eliot Elisofon, 1966) ¿La vio? Es la historia de la muerte del general Gordon.

Burguin: -No, no la he visto. ¿Qué le parece El Ciudadano Kane?


Borges: -Me pareció una muy buena película. La vi apenas estrenada y no me gustó. Me pareció un imitación de Josef von Sternberg. Me pareció que von Sternberg lo hacía mejor. Entonces volví a verla y pensé, bueno, Orson Welles ha inventado el cine moderno. Me parece un film excelente. Pero, por supuesto está tomado de otra película llamada El Poder y la Gloria (The Power and the Glory, William K. Howard-1933), usted se acordará, con Spencer Tracy. Es la historia de un hombre de negocios que muere y comienza con su funeral y luego su amigos comienzan a hablar de él, la historia comienza como si fuera un rompecabezas, el esquema, el patrón es más o menos el mismo que en El Ciudadano Kane, pero El Ciudadano Kane es mejor. La vi como una película excelente, el hecho del palacio, por ejemplo, de ese enorme edificio tan odioso. Quiero decir el lujo y la fealdad y la soledad esencial del protagonista, y el hecho de que sea un personaje poco querible, pues es poco querible ¿no?

Conversations With Jorge Luis Borges, Richard Burgin, Holt Rinehart Winston, New York, 1969.

CUIDADANO KANE ETA BORGES

"Citizen Kane (cuyo nombre en la República Argentina es El Ciudadano) tiene por lo menos dos argumentos. El primero, de una imbecilidad casi banal, quiere sobornar el aplauso de los muy distraídos. Es formulable así: un vano millonario acumula estatuas, huertos, palacios, piletas de natación, diamantes, vehículos, bibliotecas, hombres y mujeres; a semejanza de un coleccionista anterior (cuyas observaciones es tradicional atribuir al Espíritu Santo) descubre que esas misceláneas y plétoras son vanidad de vanidades y todo vanidad, en el instante de la muerte, anhela un solo objeto del universo ¡un trineo debidamente pobre con el que en su niñez ha jugado! El segundo es muy superior. Une al recuerdo de Koheleth el de otro nihilista: Franz Kafka. El tema (a la vez metafísico y policial, a la vez psicológico y alegórico) es la investigación del alma secreta de un hombre, a través de las obras que ha construido, de las palabras que ha pronunciado, de los muchos destinos que ha roto. El procedimiento es el de Joseph Conrad en Chance (1914) y el del hermoso film The Power and the Glory: la rapsodia de escenas heterogéneas, sin orden cronológico. Abrumadoramente, infinitamente, Orson Welles exhibe fragmentos de la vida del hombre Charles Foster Kane y nos invita a combinarlos y a reconstruirlo.

Las formas de la multiplicidad, de la inconexión, abundan en el film: las primeras escenas registran los tesoros acumulados por Foster Kane; en una de las últimas, una pobre mujer lujosa y doliente juega en el suelo de un palacio que es también un museo, con un rompecabezas enorme. Al final comprendemos que los fragmentos no están regidos por una secreta unidad: el aborrecido Charles Foster Kane es un simulacro, un caos de apariencias (corolario posible, ya previsto por David Hume, por Ernst Mach y por nuestro Macedonio Fernández: ningún hombre sabe quién es, ningún hombre es alguien). En uno de los cuentos de Chesterton - The Head of Caesar, creo -, el héroe observa que nada es tan aterrador como un laberinto sin centro. Este film es exactamente ese laberinto.
Todos sabemos que una fiesta, un palacio, una gran empresa, un almuerzo de escritores o periodistas, un ambiente cordial de franca y espontánea camaradería, son esencialmente horrorosos; Citizen Kane es el primer film que los muestra con alguna conciencia de esa verdad.
La ejecución es digna, en general, del vasto argumento. Hay fotografías de admirable profundidad, fotografías cuyos últimos planos (como las telas de los prerrafaelistas) no son menos precisos y puntuales que los primeros.
Me atrevo a sospechar, sin embargo, que Citizen Kane perdurará como "perduran" ciertos films de Griffith o de Pudovkin, cuyo valor histórico nadie niega, pero que nadie se resigna a rever. Adolece de gigantismo, de pedantería, de tedio. No es inteligente, es genial: en el sentido más nocturno y más alemán de esta mala palabra.

Jorge Luis Borges - Revista Sur Nº 83, agosto de 1941.-

BILLY WILDER ETA TITANIC

Cameron Crowe-ren "Comversaciones con Billy Wilder" liburutik hartua:

"-¿Has visto Titanic?- pregunta (Wilder). Se acerca más-. ¿Has visto semejante mierda?- Wilder baja el rostro y mira con malicia por encima de las gafas. Mueve la cabeza. Éste es un juego de salón que le encanta; meterse con una de las películas de más éxito de todos los tiempos-. Todavía no lo puedo creer. El dinero que se han gastado. ¿Un estudio acude a otro y le dice: "Ayudadnos a terminar esta película"?- Le brillan los ojos; encuentra un humor muy irónico en la idea de que una sola película haya estado a punto de vaciar los bolsillos de dos estudios. Le digo que a mí me gustó la química entre los dos protagonistas; trascienden el guión, a mi juicio-. ¿Qué guión?- responde sin perder un instante, mientras sobre su café-. Se lo aseguro, si gana el premio de la Academia, voy a gritar.

Audrey se ríe y cambia de tema. Wilder termina enseguida su café y coge el bastón. Es hora de trabajar."

Eta ondoren:

"La noche de los Oscars. Billy Wilder está sentado en una mesa delantera de la fiesta de Vanity Fair; junto a él está Audrey. Observa la gran pantalla de televisión vuelta hacia él, ve la sucesión de imágenes y sonríe ligeramente cuando los fragmentos de "El apartamento" y "El crepúsculo de los dioses" obtienen vivos aplausos en la sala. Después, cuando anuncian el premio a la Mejor Película para Titanic, no grita. Se limita a mirar, muy quieto, fascinado y absorto, con la boca ligeramente abierta. Callado. Me pregunto qué piensa, hasta qué punto puede oír la ceremonia en esta sala tan ruidosa. Pronto tengo mi respuesta.

Un asistente a la fiesta, vertido de esmoquin, se coloca directamente entre Wilder y la pantalla.

- ¡ESTÁ TAPANDO LA PANTALLA!- truena de pronto Wilder.

Todas las miradas se vuelven hacia Billy, que, como es natural, ha prestado suma atención a cada palabra de la televisión. El hombre del esmoquin parece aturdido ante la fuerza de este hombre que tiene aspecto de búho con sus grandes gafas de montura negra. Después de recibir una dura lección de buena educación de Billy Wilder, se desvanece. Wilder sigue viendo, satisfecho, el discurso de agradecimiento de James Cameron. Cuando termina la emisión, coge su bastón. Los Wilder salen del brazo y dejan rápidamente la fiesta, ahora abarrotada; pasan entre los nuevos rostros del joven Hollywood, bañados en la blanca luz de los focos que iluminan el exterior."

Wednesday, October 04, 2006

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